Vasili Zaitsev (1915-1991) es un célebre francotirador, aquel que nos mostró el director de cine Jean-Jacques Annaud en la película Enemigo a las puertas (2001), que narra un épico duelo entre francotiradores, uno soviético, el propio Zaitsev (encarnado por Jude Law) y otro alemán, el mayor Koenig (interpretado por Ed Harris). Aunque esta peli posiblemente tuvo más de ficción que de realidad, pues parece que el aristocrático francotirador alemán no existió en realidad, es una muestra muy visual del trabajo de este tipo de soldado especializado en cazar al enemigo como si fuese caza mayor. De hecho, los mejores en la especialidad solían ser en la vida civil excelentes cazadores, como Simo Häyhä, apodado por los aterrados rusos como la muerte blanca, el finlandés que se cargó a tropecientos enemigos en la guerra de Invierno ruso-finlandesa de 1939.
Lo que sí es verdad es que Vasili Zaitsev fue francotirador en la batalla de Stalingrado y que mató a numerosos alemanes durante la lucha, 242 según su propia cuenta (incluidos 11 francotiradores germanos, que también los había y muy buenos). Zaitsev plasmó sus vivencias en Stalingrado en unas interesantes memorias que describen el combate según su particular óptica, Esta autobiografía, en la que obviamente, los alemanes son malísimos, y los rusos, buenísimos (es difícil ser objetivo en aquellas circunstancias tan extremas) son un excelente relato de la salvaje y brutal lucha que tuvo lugar en Stalingrado a finales de 1942 y comienzos de 1943. El propio Vasili cuenta como mataba cada día «cuatro o cinco alemanes«, una cifra que bien pudiese ser cierta, aunque uno siempre tienda hacia la autoalabanza. Su especialidad era abatir oficiales, pero no cualquier oficial, sino aquellos con graduación superior a la de teniente. Zaitsev decía que «Si malgastamos balas con la pescadilla los peces gordos nunca asomarán la cabeza”.
Siguiendo las memorias del protagonista, nos cuenta como su abuelo era cazador en los Montes Urales y fue quien regaló al pequeño Vasili su primera escopeta. Como de casta le viene al galgo, Vasili también se especializó en la caza, principalmente de lobos, a los que acechaba y rastreaba sigilosamente embadurnado con aceite de tejón para disimular su propio olor humano. Esta experiencia le sirvió durante sus tiempos de francotirador. Vasili estudió en una escuela técnica de construcción, aunque finalizó sus estudios tras acabar la guerra. Llamado a filas, en primer lugar sirvió como marinero en la flota soviética del Pacífico, pero como allí no había movimiento, solicitó y obtuvo un puesto en una compañía de fusileros, con la que llegó a Stalingrado en septiembre de 1942 con el grado de suboficial. En su diario llegó a anotar que «en el aire flotaba el hedor a carne abrasada». Pero todavía no era francotirador, pero su habilidad en el disparo no pasó despercibida a sus superiores.
Volviendo a la película de Annaud, vemos como Stalingrado es una especie de queso de gruyere, una auténtica ruina, donde es difícil sobrevivir entre los escombros y las oquedades que quedan entre los restos de los edificios. Es la Ratenkrieg o guerra de ratas en castellano, que es la que tiene lugar entre alemanes y soviéticos en los sótanos y las alcantarillas de la ciudad devastada. Como la que tuvo lugar en la fábrica Octubre Rojo, unos atacando y otros defendiendo. En esas circunstancias, Zaitsev liquidó con su rifle reglamentario de fusilero a los soldados alemanes que estaban a cargo de una ametralladora, algo que no le pasó inadvertido a su coronel que ordenó le diesen un Moisin Nagant 91/30, un fusil de francotirador. Este fue el inicio de una fructífera carrera que le convirtió en Héroe de la Unión Soviética, un trabajo que le acabó por gustar en demasía. Lo decia él mismo en sus memorias: “Me agradaba ser francotirador y gozar de la licencia para elegir a mi presa, a cada disparo es como si pudiera oír la bala atravesando el cráneo del enemigo”.
El duelo a muerte con el aristocrático francotirador alemán, el mayor Koenig aparece en un capítulo del libro de Zaitsev, y que era según el protagonista, director de la escuela de francotiradores de la Wehrmacht en las afueras de Berlín. A este le habrían enviado exprofeso desde Berlín para liquidar al «gran conejo ruso«, es decir, a Vasili Zaitsev, cuyo apellido significa precisamente «conejo» en ruso. Ya sabemos cómo acabo todo, pues el alemán cayó fulminado por el francotirador soviético. Aunque esta historia puede que no sea tan verídica como aseguraba Zaitsev, que pudo incluirla en sus memorias para darse más autobombo, si es que lo necesitaba,..
El historiador Anthony Beevor estudió la batalla de Stalingrado a fondo, y plasmó el resultado de sus investigaciones en una obra superlativa, Stalingrado. No encontró nada relativo al episodio ni en las fuentes alemanas ni en las soviéticas. Considera que «el duelo» pudiese ser propaganda inventada por Moscú después de la batalla, para aumentar la moral de las tropas. No cabe duda de que la historia del pastor de los Urales venciendo al aristócrata alemán se vendía muy bien entre las abigarradas tropas de Stalin. Además considera que hubo mejores francotiradores soviéticos en Stalingrado, como el sargento Anatoli Chejov. Pero ni Zaitsev ni Chejov fueron los mejores francotiradores de la URSS, pues el triste récord de muertes a sus espaldas lo posee Iván Sidorenko, con 500 muertos. Otros cinco profesionales de la especialidad pasan de las 400 víctimas. La comandante Lyudmila Pavlichenko mató a 309 enemigos en esta modalidad de combate.
Vasili Zaitsev perdió temporalmente la vista a causa de una herida causada por un proyectil alemán, y cuando se recuperó no se le dejó volver al frente, por ser demasiado valioso como héroe soviético. Ascendido a capitán, se dedicó a formar a otros francotiradores. Cuando acabó la guerra, Zaitsev encontró trabajo como ingeniero y posteriormente dirigió una fábrica de textiles en Kiev. Falleció diez días antes de la ruptura de la URSS.
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