Durante la Segunda Guerra Mundial, quisling se convirtió en sinónimo de traidor. Veamos el porqué en este artículo.

La «Operación Weserübung» era el nombre clave que encubría el plan de invasión alemán de Dinamarca y Noruega, que hasta ese momento, marzo de 1940, habían sido países neutrales. El objetivo de Hitler era adelantarse a los británicos en el dominio de las rutas de transporte de mineral procedente de Suecia. La mayor parte del acero sueco era trasportado hacia Alemania a través de puertos noruegos. El 31 de marzo de 1940, el Führer dio vía libre a la Operación Weserübung, lo que le aseguraría el transporte del acero sueco, pero también proporcionaría a Alemania una excelente base de operaciones contra Gran Bretaña, pues la Luftwaffe podría lanzar sus ataques aéreos con cierta comodidad contra el norte de Inglaterra y Escocia. La extraordinaria coordinación entre todas las fuerzas armadas alemanas dio como resultado la conquista y ocupación de Noruega, anticipándose de este modo a las operaciones británicas, que habrían comenzado a maniobrar en el mismo sentido. Los alemanes desembarcaron con precisión milimétrica en 7 puntos de la costa occidental noruega, en lugares tan estratégicos como Oslo, Stavanger, Bergen, Dronheim y Narvik. Y de paso invadieron también Dinamarca, que les ocasionó menos quebraderos de cabeza que Noruega. El gobierno alemán justificó su acto en sendos comunicados oficiales enviados a Oslo y Copenhague, asegurando que su presencia en aquellos países escandinavos era absolutamente necesaria para proteger su neutralidad de un más que probable ataque aliado. Los daneses capitularon sin apenas combatir.
Pero el caso noruego fue muy diferente, pues el gobierno de este país ordenó el 10 de abril de 1940 la movilización de 60000 hombres, que fueron apoyados por tropas británicas, francesas y polacas. La Marina alemana sufrió en Narvik graves pérdidas en un ataque soportado por la Armada británica, que logró desembarcar hasta 25000 soldados aliados. Cuando la rendición de la guarnición alemana de Narvik, en franca desventaja ante los aliados, parecía inevitable, los aliados decidieron trasladar su contingente al nuevo frente que los propios alemanes habían abierto en Francia. Tras estos apuros, la Wehrmatch controló de nuevo Narvik el 8 de junio de 1940. Era un puerto fundamental para la estrategia alemana, pues aquí se embarcaban los minerales que tanta falta hacían a la gigantesca maquinaria militar nazi.

El ataque de Alemania a Francia y los países del Benelux (Holanda, Bélgica y Luxemburgo) distrajo la atención aliada en la península escandinava, obligando a su retirada de Noruega. Los alemanes ocuparon el país, y recibieron el apoyo del partido nacionalsocialista local, el Nasjonal Samling, dirigido por Vidkun Quisling. Quisling ya había apoyado a la Wehrmatch en la invasión de Noruega, pero además hizo más por los nazis, pues reclutó a unos 6000 compatriotas para incorporarlos en las temibles SS. Los alemanes presionaron para que Haakon VII nombrara primer ministro a Quisling, tras la destitiución del gobierno democrático noruego. Como no lo consiguió, ya que Haakon prefería abdicar a nombrar un gobierno encabezado por el caudillo nacionalsocialista noruego, Quisling se autoproclamó presidente. Los alemanes le depusieron el 15 de abril, pues no contaba con apenas apoyos internos. Hitler le escribió dándole las gracias por sus desvelos en ayudar a la invasión alemana.La reputación de Quisling cayó bajo mínimos, pues en casa era considerado un traidor y en Alemania, un fracaso. Al menos de momento. El 24 de abril, visto que Haakon VII (se exilió en el Reino Unido) nunca sería ganado para la causa nazi, Hitler nombró comisario del III Reich para los asuntos noruegos a Josef Terboven. Terboven no quería saber mucho del Nasjonal Samling, y además no tenía demasiadas simpatías por Quisling. A finales de 1940, la monarquía noruega había sido suspendida, pero se mantuvo el Parlamento y una especie de gabinete de ficción. El Nasjonal Samling, a pesar de las diferencias entre Quisling y Terboven, el único partido pro-alemán, fue promocionado a puestos de poder, pues era el único apoyo con el que contaban los alemanes en el país escandinavo. A comienzos de diciembre de 1940, Quisling viajó a Berlín a negociar el futuro de Noruega, si es que algo había que negociar a ojos de los gerifaltes nazis. Pensaba que si Noruega apoyaba a la Alemania nazi en el campo de batalla, no era necesaria la anexión del territorio noruego al III Reich, y podría mantener cierta independencia de Alemania para tener las manos libres dentro de su propio país. Endureció la represión contra la cada vez más poderosa resistencia en el país, arrestando a los líderes del Partido Comunista Noruego y amedrentando a los sindicatos.
En enero de 1942, el comisario Terboven le confirmó a Quisling que Hitler había aprobado por fin la transferencia del poder, y que el gobierno alemán en Noruega finalizaría a fines de enero, al menos de forma teórica, pues en la práctica, no dejaba de ser un estado satélite del III Reich. Finalmente Quisling ocupó el cargo de Ministro Presidente de Noruega el 1 de febrero de 1942, a pesar de su tremenda impopularidad dentro del país. Eso sí, apoyado por Hitler y en una posición fuerte dentro de su propio partido. Noruega se convirtió oficialmente en marzo de 1942 en un Estado de partido único. Un Estado fascista al uso. Como otros tantos de Europa. Obviamente, la resistencia interna a Quisling fue en aumento. Para más inri, la gestión del Ministro Presidente no gustaba a nadie, ni siquiera a Hitler, quien amonestó duramente a su marioneta, que se quedó sin la «independencia» que tanto anhelaba. A pesar de sus problemas con el Führer, Quisling contribuyó a la puesta en marcha de la Solución Final, la gigantesca operación de exterminio del pueblo judío en los países europeos ocupados por Alemania o dentro de su órbita, como era Noruega, pues comenzó por confeccionar un censo de ciudadanos noruegos de esta creencia, aunque posiblemente no conociese el objetivo final de tales peticiones que emanaban desde Berlín. Consciente o no lo que iba a ocurrir, lo cierto es que uno de los cargos de los que fue acusado al final de la guerra por un tribunal noruego, fue su participación en el exterminio judío.
Tras la derrota alemana en Stalingrado de febrero de 1943, Quisling supo que para recuperar el respeto de Hitler, debía apoyar militarmente a la maquinaria militar alemana, que comenzaba a mostrar alguna grieta. Comprometió a Noruega con el concepto de guerra total, el gran esfuerzo bélico alemán. Las tornas en el conflicto estaban cambiando. A partir de enero de 1945, los nazis decidieron utilizar la táctica de tierra quemada en Noruega, llegando a disparar a los civiles noruegos que se negaban a evacuar la región. Además la población civil también sufrió en sus propias carnes los bombardeos aéreos aliados. Por otro lado, la resistencia interior noruega cada vez se hacía más fuerte. Quisling sabía que el final del nacionalsocialismo, tanto en Alemania, como en Noruega estaba próximo. Con el suicidio de Hitler se sintió con las manos libres para tratar de ofrecer un gobierno de transición entre él y el gobierno noruego en el exilio. Con la rendición incondicional de Alemania, su propia posición se hizo insostenible.
El 9 de mayo, Quisling y sus ministros se entregaron a la policía. El 20 de agosto se celebró su juicio. Fue acusado de golpe de Estado, asistir al enemigo, intentar alterar ilegalmente la Constitución, de asesinato, robo, malversación de fondos, haber conspirado con Hitler para la ocupación de Noruega y de contribuir a la Solución Final. Condenado a muerte, fue fusilado el 24 de octubre de 1945 en la fortaleza de Akershus, en Oslo. Su nombre había quedado unido para siempre a la ignonimia: quisling, sinónimo de traidor, un término que fue acuñado por el rotativo británico The Times el 15 de abril de 1942:
«A los escritores, la palabra Quisling es un regalo de los dioses. Si se les había ordenado inventar una nueva palabra para traidor… difícilmente habrían dado con una combinación más brillante de letras. Auditivamente logra sugerir algo resbaladizo a la vez que tortuoso«
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