Mussolini, ese «latin lover» italiano

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Mussolini y Petacci
Benito Mussolini y Claretta Petacci

Uno puede pensar que la exacerbada crueldad de Hitler podría estar relacionada con una supuestamente confusa y malsana sexualidad. Benito Mussolini, el dictador fascista italiano, fue también un hombre cruel (menos que Hitler, ésa es la verdad), pero su sexualidad era brutal, desenfrenada. Por tanto, no parece que tenga mucho que ver una cosa con la otra.

Mussolini había hecho construir detrás de su amplio despacho del Palazzo Venezia una habitaciòn que hacía las veces de «picadero». El Duce recibía numerosas cartas de apasionadas mujeres (Claretta Petacci, entre ellas), que querían una entrevista con él, y si se terciaba, yacer con él, dada la fama de amante fogoso que se gastaba. Un secretario filtraba las cartas que pensaba gustarían a su jefe, sobre todo si iban acompañadas de la foto pertinente de la chica en cuestión. Al Duce le gustaban las exuberantes mujeres italianas de generosas formas, del tipo Sofía Loren o Gina Lollobrigida. El mayordomo de Mussolini, Quinto Navarra, relata como su jefe recibía en su despacho al menos a una mujer al día, y en ocasiones, hasta tres o cuatro. Aunque no a todas las pasaba al dormitorio, por falta de tiempo (andaba muy ocupado el hombre), ya que las despachaba donde corresponde, en el mismo despacho. La mayoría de estas mujeres, que debían ser de probada ideología fascista, no llegaron jamás al suculento status de amante oficial del vigoroso Duce. Mussolini estaba casado desde hacía muchos años con Rachele Guidi y había tenido cinco hijos con ella, quien parecía muy orgullosa de la tremenda vitalidad sexual de la que hacía gala su extravagente marido. Eso sí, Mussolini tuvo una amante oficial, la más famosa de todas, Claretta Petacci. Se conocieron cuando él tenía 49 años y ella 19. Su idilio duró 9 años, hasta que en abril de 1945, Benito y Claretta acabaron sus días juntos, colgados boca abajo en la Piazza Loreto de Milán, víctimas de la ira popular tras su fusilamiento por los partisanos italianos.

Pero sigamos con la historia. Claretta era una mujer tremendamente celosa y registró día a día su experiencia al lado del Duce en un diario que revela la pasión y las chispas que saltaban en cada uno de sus encuentros amorosos. Petacci pasaba sus largas horas de tiempo libre esperando la visita de Mussolini. Prácticamente vivía para él. Entre tanto, escribía y escribía páginas y más páginas que rellenaba con las conversaciones de alcoba de su admirado Duce. Conversaciones de alcoba y la descripción explícita de sus relaciones, pues Clara no se cortaba ni un pelo a la hora de describir las tremendas hazañas sexuales de la parejita. Como la mujer legítima de Mussolini, Rachele, era medio analfabeta, aquello de escribir no se la daba demasiado bien, por ello no ha dejado los jugosos escritos que dejó su rival. Si Rachele estaba orgullosa de la virilidad de su marido, concretada en el escandaloso número de amantes que habían pasado por su lecho, Claretta era una celosa neurótica. Era la viva personificación de los celos, y obligaba a Mussolini a inventarse estrambóticas excusas para salir con donaire del hecho de «atender» a alguna amante ocasional. Clara le quería para ella sola, pero ¡ay!, aquello no era posible. En alguna ocasión llegó a confesarle a la Petacci que lo de acostarse con una sola mujer era superior a sus fuerzas y que en algunos periodos de su vida había tenido catorce amantes a la vez y que copulaba con 3 ó 4 cada tarde. Un auténtico toro Mihura, el Duce. Como podemos ver, los diarios de Claretta Petacci dan para mucho, aunque de ellos sólo se haya publicado un resumen del mismo, titulado Mussolini secreto. El resto permanecen «top secret», guardados a buen recaudo por el Estado italiano. Según Nicholas Farrel, autor de una biografía sobre el exuberante dictador italiano, Mussolini, a new life, el Duce se acostó con unas cinco mil mujeres.

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