Todos los ejércitos tienen sus apodos para el enemigo e incluso para sus propios aliados. Los ingleses eran los «Tommies» y los rusos, «los Ivanes«, para los alemanes. Los británicos solían llamar a los alemanes «los Krauts» («los que comen col») o «los hunos«, como en la Primera Guerra Mundial. El Ejército Rojo combatía contra «los Fritz» (los alemanes). Pero dentro de cada una de estas denominaciones se escondían numerosas contradicciones, ya que no todos los miembros de los «Tommies» eran ingleses, ni todos los Ivanes eran rusos, ni todos los Frtiz eran alemanes.

Centrémonos en este post en los ejércitos alemanes. “Los alemanes” no eran tales alemanes, pues eran un conjunto de combatientes muy complejo. Los ejércitos alemanes eran un conglomerado más abigarrado incluso que el de los aliados occidentales, por ejemplo, repleto de etnias de los cinco continentes, dada la extensión mundial del Imperio Británico.
Aunque en un principio los dirigentes nazis quisieron restringir a los alemanes “puros” la entrada en los ejércitos alemanes del Reich, cuando se ampliaron las fronteras y se absorbieron territorios como Austria, Bohemia, la Polonia occidental, Alsacia y Eslovenia, muchos reclutas de estas posesiones acabaron por engrosar los denominados ejércitos alemanes. Hacía falta cualquier tipo de “mano de obra”, ya fuese civil y militar. Y con mano de obra, me refiero también a los prisioneros polacos, franceses y soviéticos, quienes, entre 1939 y 1942, liberaron jóvenes alemanes para que pudieran servir en el ejército del Tercer Reich.
Para los nazis, cualquier ario, o mejor, cualquier soldado que pudiese pasar por ario, era válido para su ejército. Y un holandés, un danés, e incluso un francés, lo era (los franceses, con reservas, eso sí). Un eslavo, no, desde luego, pues formaba parte de los infrahumanos. De todas formas, la hipocresía que caracteriza a muchos seres humanos (o al género humano en sí mismo) también estaba presente, desde luego, en la Alemania nazi. Hubo judíos alemanes que, pese a su condición, total o parcial de judío, sirvieron en la Wehrmacht, gracias a ciertos certificados de parentesco, sobre todo referidos a los soldados de esta religión que habían combatido por la Alemania imperial del kaiser durante la Primera Guerra Mundial. Estos certificados de Deutschblutigkeit (“línea de parentesco”) se expidieron a aquellos que eran solamente en parte judíos, los mischlings. Luego, no todos los judíos alemanes fueron enviados a campos de exterminio. Heydrich, posiblemente era uno de estos, y algunos más de entre la corte de Hitler debieron ser medio judíos. ¿Hitler también? Eso aseguran algunas fuentes. Pero no voy a añadir más leña al fuego.
Las Waffen SS (Waffen Schutzstaffel, es decir, Secciones de Protección Armadas) eran la elite militar del Partido nazi. Se nutrieron durante los años 30 de reclutas alemanes y arios “puros” (¿Cuántos de los jerarcas nazis tenían el aspecto del que denominaban “ario puro”, ese hombre/mujer de cabellos rubios, ojos azules y cuerpo atlético?), al entender de las autoridades del NSDAP. Pero (siempre hay un pero), desde 1940, se formaron divisiones que incluían otro tipo de arios, no solamente alemanes. Sobre todo voluntarios escandinavos, encuadrados en la Wiking y la Nordland. Y según transcurría la guerra, cuando más personal hacía falta para enviar al matadero del frente, sobre todo al oriental, más necesario se hacía el reclutamiento por parte de las SS, que dejaron de lado sus pretensiones raciales. No estaban para exigencias raciales en aquellos momentos. Se alistaban sin problemas franceses, valones, italianos y húngaros. ¡Hasta eslavos, aquellos “infrahumanos” o “subhumanos” tan denostados en tiempos por los nazis! De las 38 divisiones de las Waffen SS, al menos 6 estaban compuestas por eslavos, como rusos, ucranianos, checos, serbios, bosnios y croatas. ¡Ver para creer! Necesitado te veas…
A los nazis no les gustaba nada proporcionar un arma a aquéllos que no eran alemanes. Al menos, en los inicios de la guerra. Lo normal era destinarlos a compañías de trabajo forzado. O no. Vemos el caso de unos dos millones (o más) de prisioneros soviéticos que murieron en cautiverio, de hambre, frío y calamidades sin fin tras las primeras fases de la Operación Barbarroja. Al fin y al cabo, eran “subhumanos”, no merecían vivir…

Dentro de los auxiliares del Ejército alemán o hiwis, podemos incluir a los batallones de policía militarizada ucranianos y los procedentes de los antiguos Estados bálticos. O batallones de infantería formados por combatientes de etnias incluidas en los territorios de la URSS, que lucharon en las filas de los ejércitos alemanes. Incluso había soldados sometidos a regímenes políticos especiales dentro de las tropas del Tercer Reich, como la Brigada de Liberación Rusa de las SS (RONA) o el Ejército del antiguo general soviético Vlasov. Este personaje era un caso bastante sui generis. Andrei Vlasov se había distinguido en la defensa de Moscú hasta que cayó en manos del enemigo. Entonces, los nazis le convencieron para encabezar un movimiento antiestalinista entre los prisioneros de guerra soviéticos. Y Vlasov aceptó, pues no debía estar muy de acuerdo con las decisiones del líder soviético. Así que el resto de la guerra, al mando de un numeroso contingente, combatió del lado de los nazis.
El Levantamiento de Varsovia fue un durísimo combate llevado a cabo entre el Ejército del Interior polaco contra “los alemanes”, las fuerzas de ocupación. Pero es que en realidad, pocos alemanes participaron en las atrocidades cometidas contra los civiles de la capital polaca. Ello es debido a que las unidades alemanas del frente continuaron allí combatiendo como pudieron contra los soviéticos, mientras que para aplastar la rebelión polaca, las SS pusieron en danza una fuerza de choque improvisada compuesta por elementos diversos y variopintos, entre los que se encontraban soldados irregulares de perfil cuando menos de delincuente, cuando no de asesino redomado y confeso. Por ejemplo, la Brigada Dirlewanger estaba integrada por convictos en libertad condicional y antiguos ciudadanos soviéticos. O la Brigada RONA, con rusos, bielorrusos y azerbaiyanos. Decir que los nazis retiraron del combate de Varsovia a numerosos húngaros por sus simpatías por los rebeldes, cuando no por su abierta confraternización.
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