La situación a finales de 1942

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En el verano de 1942, el Tercer Reich había alcanzado su máxima extensión, a pesar de haberse empantanado a las puertas de Moscú, pues en el frente oriental había avanzado hasta los ríos Volga y Don y la cordillera montañosa del Caúcaso. En el norte de África habían penetrado en Egipto, haciendo retroceder a los británicos.

En el oeste, los submarinos alemanes seguían llevando a cabo su particular campaña «corsaria» de hundimiento de todo barco que se ponía a tiro, amenazaban la costa este de EEUU con sus temerarias acciones y lograban destruir numerosos convoyes que cruzaban el Atlántico rumbo a Gran Bretaña y que suministraban materiales y hombres.

Pero si bien a mediados de 1942, ésta era la situación, a finales había cambiado radicalmente. ¿Qué había ocurrido? En primer lugar, que el Sexto Ejército alemán estaba rodeado en la soviética Stalingrado, en el frente ruso, y en el norte de África, los británicos habían contraatacado para recuperar el terreno perdido en las campañas de verano del Afrika Korps dirigido por el genial estratega alemán Erwin Rommel. Estos dos fracasos tenían causas similares: la enorme superficie de terreno conquistado amenazaba con hacer colapsar la intendencia de los invasores, que no disponían de recursos suficientes para mantenerse en ellos con eficacia. Las potencias del Eje, tanto en Europa como en Extremo Oriente comenzaban a tener serias dificultades en cuanto al suministro de armas, material y hombres. En cambio, los Aliados disponían de estos suministros de manera prácticamente ilimitada. El problema de la Wehrmacht era precisamente el inmenso territorio conquistado en tan poco tiempo, una vasta extensión de terreno en la que se mostraban incapaces de mantener comunicaciones y logística eficaces, una situación totalmente lógica en la que no parecían haber caído los jerarcas nazis.O sí, pero fue obviada.

Un ejemplo es la desatrosa batalla de Stalingrado. A pesar de la situación desesperada del Ejército alemán, dirigido por Von Paulus, el megalómano y fanático Hitler había prohibido dar un paso atrás. Ni la Werhmacht podía romper el cerco soviético ni desde Alemania se lograba abastecer de los materiales de supervivencia más básicos a las tropas asediadas. Durante el transcurso de esta gigantesca batalla, se vio que parecia claro que Alemania jamás podría ganar aquella guerra. No contaba con los recursos necesarios para ello, algo que Hitler jamás quiso admitir. Pero la derrota era cuestión de tiempo.

Junto con la derrota de Stalingrado, materializada a comienzos de 1943, los Aliados asestaron otro gran golpe a las potencias del Eje. En junio de 1942, los norteamericanos derrotaron a los japoneses en la batalla aeronaval de la isla de Midway, en medio del océano Pacífico (de ahí su nombre). Los nipones perdieron hasta cuatro portaaviones, que resultaron irreemplazables, y gran perte de las tripulaciones de sus aviones, cuya pérdida tampoco estaban en condiciones de compensar ni a corto ni a medio plazo. Por el contrario, le economía de guerra norteamericana comenzaba a funcionar a velocidad de crucero. En agosto de 1942 comenzó la contraofensiva efectiva estadounidense, cuando una división de marines (infantería de marina) desembarcó al este de Nueva Guinea, en las islas Salomón.

1942 fue también el año del inicio de la brutal «Solución Final» para la cuestión judía. A partir de enero, el régimen nazi comenzó a exterminar sistemáticamente a la población judía europea. Sólo durante este año fueron asesinados unos dos millones de judíos, en campos de concentración y de exterminio. Además, los alemanes iniciaron amplias tareas de represión como represalia a las acciones de los partisanos en los territorios ocupados por el Tercer Reich, que se llevaron por delante las vidas de cientos de miles de personas.No hubo piedad. A causa de la represión germana, el odio de los civiles hacia las tropas de ocupación se incrementó de forma geométrica. El motivo que esgrimieron las autoridades nazis para llevar a cabo esta despiadada política de exterminio es que era necesario mantener la guerra fuera de Alemania, pues de lo contrario, esa misma brutalidad recaería sobre el propio pueblo alemán, como así se demostró después. Ese objetivo saltó por los aires cuando los Aliados iniciaron en 1943 el asalto a lo que se denominaba la «fortaleza europea», desembarcando en Sicilia.

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