
El grado de Michael Wittmann en el ejército alemán era el de SS-Obersturmführer, es decir, «jefecillo» de carros de combate, más o menos. El 13 de junio de 1944, una semana después del inicio del desembarco de Normandía, Wittmann y sus hombres ocupaban una granja llamada La Ciderie. Descubrieron que se acercaba a marchas forzadas por la carretera más cercana una poderosa columna de carros de combate ingleses: tanques Cromwell, Sherman Firefly (una variación británica del modelo Sherman norteamericano), Stuart y semiorugas White. Wittmann sólo contaba con seis blindados, pero eran Tiger I, el mejor carro de combate del momento. Aún así, eran muy pocos efectivos para enfrentarse con garantías a la «escuadra» inglesa. Eso sí, los británicos estaban completamente desprevenidos. Wittmann decidió intentar una aventura un poco a la desesperada, que no comenzó nada bien, pues su propio Tiger se averió en ese momento. Algo que ocurría muy frecuentemente, ya que aunque era el carro de combate más potente y mejor blindado de aquellos momentos de la guerra, temido por todos los tanquistas aliados, fallaba más que una escopeta de feria. El motivo era que había sido diseñado con demasiadas prisas, dadas las circunstancias, además de ser un vehículo tremendamente complejo. Pero allá que siguió en sus trece el SS-Obersturmführer germano y sus muchachos con los temibles Tiger que permanecían todavía en funcionamiento.
Entretanto, la columna blindada británica, ajena a lo que se les venía encima, se habían detenido en la carretera. Por eso se debieron quedar de piedra cuando vieron como un Tiger salido de la nada les lanzaba un proyectil del 88 que se cargó en menos de lo que canta un gallo un Cromwell. Inmediatamente después, otro Cromwell más y un Sherman Firefly fueron abatidos de sendos disparos, que obstruyeron la carretera, envueltos en llamas. Wittmann continuó su avance sorpresivo (¿o debemos decir alocada carrera?) sembrando el caos en la columna enemiga, ya que el poderoso blindaje de los Tigers les protegía de los proyectiles británicos. La diminuta columna alemana (eso sí, compuesta por los poderosos Tigers) se había cargado en un abrir y cerrar de ojos unos 30 vehículos blindados de diferentes modelos ante la estupefacción de los carristas ingleses, que no daban crédito. Los alemanes se internaron en el pueblecito cercano de Villers-Bocage donde volvieron a eliminar a algún que otro tanque inglés despistado. Ya en la plaza del pueblo, Wittmann se topó con varios Cromwell y Sherman más, aunque estos ya estaban prevenidos después de la masacre ocasionada por los Tigers del temerario Wittmann.

Al fin, los ingleses lograron parar la alocada carrera de los alemanes averiando la rueda motriz delantera del tanque de Wittmann de certero disparo. El oficial alemán y su tripulación abandonaron el carro a toda prisa y lograron alcanzar sus propias líneas. Fue la mayor epopeya en una batalla de carros blindados de toda la guerra. A pesar de que los ejércitos alemanes estaban en franco retroceso, este episodio demuestra a las claras que a los Aliados les quedaba un mundo todavía para derrotar a las huestes de Hitler y que los alemanes que defendían el frente occidental eran fuerzas de elite, muchos de los cuales llevaban combatiendo en la guerra varios años, por lo que experiencia de combate les sobraba.
Wittmann fue llamado a Berlín, donde recibió una Cruz de Caballero y el ascenso a capitán por parte del propio Führer. De vuelta al frente, falleció en acción de combate. En su curriculum figuraba la destrucción de 141 tanques y cañones de asalto y 132 cañones antitanque. Acababa de cumplir la treintena cuando un proyectil enemigo voló la torreta de su carro, ocasionándole la muerte.
Un dato numérico más que refleja la dureza de la cruentísima batalla de Normandía. Los alemanes sufrieron unas 240000 bajas, los aliados, 200000. Y los civiles franceses, que esperaban como agua de mayo la liberación de la férula nazi, nada menos que 70000. Jamás pensaron que dicha liberación supusiera esa carnicería.
Deja una respuesta