
Entre los años 1942 y 1943, los aliados comenzaron a bombardear las grandes ciudades alemanas de forma rutinaria. A finales de julio de 1943 bombardearon durante una semana sin pausa la ciudad portuaria de Hamburgo. El nombre en clave de este ataque fue Operación Gomorra, por la ciudad de pecadores que según la Biblia destruyó Dios a base de una lluvia de fuego y azufre. Es lo que ocurrió en Hamburgo, arrasada por las ondas expansivas de las bombas explosivas y las bombas incendiarias de fósforo. Se originó una tormenta de fuego que destruyó la mayor parte de los edificios del casco antiguo. Murieron más de 30000 personas y 125000 fueron heridas de más o menos consideración.
Muchos de los muertos en Hamburgo fueron sepultados por los edificios derribados, otros con los pies clavados en el asfalto derretido de las calles, otros en los propios refugios antiaéreos asfixiados por la falta de oxígeno, consumido para retroalimentar la propia tormenta ígnea. Otros en fin, asfixiados por el monóxido de carbono procedente del napalm-B de las bombas incendiarias de fósforo. Las personas que no lograron alcanzar los refugios murieron con los pulmones abrasados por el aire a tan altas temperaturas o directamente quemados por el fuego. Las altas temperaturas deshidrataban los cuerpos y algunas personas fueron convertidas en momias dentro de sus ropas. Los bomberos los llamaban “cuerpos encogidos por las bombas incendiarias” (Bombenbrandschrumpfleichen).
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