La maquinaria de guerra de Estados Unidos

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La maquinaria de guerra de Estados Unidos

Si en 1939 la industria militar norteamericana era ínfima, en 1945 era superlativa. La situación de 1939 era hasta cierto punto lógica, ya que EEUU vivía en una situación de aislacionismo. Nadie pensaba en guerrear ni existían planes gubernamentales de rearme. «Lo que pasa en Europa, se queda en Europa», debieron pensar los norteamericanos. No fue hasta finales de 1941, cuando el ataque (¿inesperado?) de los japoneses a Pearl Harbour, despertó al gigante dormido, que pasó de una economía de paz a una de guerra. «¡En qué momento!», debieron pensar los japoneses poco después de hundir parte de la flota de EEUU en el Pacífico. La maquinaria de guerra de Estados Unidos se puso en marcha, a velocidad de crucero, para desgracia de las potencias del Eje. Y alegría de los británicos, ahogados hasta ese momento. Y quizás también de los soviéticos…

El cambio en la industria armamentística de EEUU fue espectacular, tanto, que después de la guerra, no frenó y continuó su marcha imparable en un ambiente de «guerra fría» compartida con sus viejos aliados de la URSS. Las fábricas de automóviles pasaron a producir tanques y demás carros de combate en lugar de utilitarios; los astilleros, acorazados y portaaviones en detrimento de los buques mercantes; las fábricas de aviones, cazas y bombarderos en vez de pacíficos aviones de pasajeros. El ritmo de fabricación se incrementó, dando lugar a un aumento espectacular de las unidades fabricadas. Evidentemente, el esfuerzo bélico americano necesitó ingente mano de obra, y vemos aquí como la Gran Depresión, por efecto de la guerra, se fue diluyendo paulatinamente. El paro disminuyó considerablemente entre la población, gracias a los que se alistaban en el ejército y a los que comenzaron a trabajar a destajo en las fábricas de armas, mujeres incluidas. «Nada como una buena guerra para acabar con la crisis y llenar nuestros bolsillos», debieron pensar muchos magnates americanos, agradecidos a la suerte con que el Cielo los había bendecido. Los resultados del esfuerzo norteamericano fueron espectaculares. Sirvan como botón de muestra estos ejemplos: en 1943, las fábricas de EEUU producían un tanque cada cinco minutos, un avión cada media hora y un portaaviones cada semana, según el historiador británico Norman Davies.

Fue una expansión industrial jamás conocida por la Humanidad, perpleja ante la inusitada violencia del conflicto, pero que tuvo consecuencias en el resto del mundo. Además de la producción, se incrementaron los efectivos humanos en el ejército, marina y aviación de manera espectacular. Se había acabado el aislamiento. Gracias al excedente material militar, los EEUU estuvieron en disposición de compartirlo (digamos, a precio módico) con sus aliados, incluidos los soviéticos. Pero gracias también al despertar del gigante norteamericano, EEUU pasó a detentar una posición dominante, sobre todo respecto a Gran Bretaña. Además el aumento de la producción de la industria armamentística norteamericana supuso un incremento de los ingresos en las arcas del Tesoro, un excedente que se utilizaría en la posguerra para la reconstrucción de Europa (plan Marshall, por ejemplo). Alemania no estuvo en condiciones de competir con la vasta maquinaria de guerra de Estados Unidos, puesto que su enorme esfuerzo en el frente oriental contra los soviéticos, estaba dejando exhausta a la industria germana (y a sus recursos humanos, más limitados que los norteamericanos y soviéticos), por mucho que algunos jerarcas nazis no quisiesen verlo. Aunque otros sí, como Himmler.

La maquinaria de guerra de Estados Unidos
Transporte de material bélico a través de Irán

El suministro bélico salvó de la quema a los británicos, pero también a los soviéticos, por mucho que los historiadores de la URSS tardasen décadas en reconocerlo, pues la propaganda es la propaganda y quedaba feo eso de decir que la gran potencia capitalista había ayudado a la gran potencia comunista. Pero lo cierto es que fue así, aunque no podemos saber el grado de contribución de la ayuda norteamericana a la victoria final soviética sobre la Alemania nazi. Es ciero que el Ejército Rojo se había recuperado de las devastadoras derrotas iniciales y en el invierno de 1942-1943, a partir de la batalla de Stalingrado, comenzó a darle la vuelta a la tortilla, antes de que la ayuda material americana fuese efectiva. Ya hubo intentos en 1941 de llevar convoyes a través del Ártico desde Gran Bretaña a Murmansk (ciudad portuaria del noroeste de Rusia), pero la travesía era peligrosa y muchos barcos fueron hundidos por los submarinos U-boot alemanes. La ruta que verdaderamente comenzó a funcionar a finales de 1943 era la que atravesaba Irán. Por aquí pasaron camiones militares, depósitos de gasolina, jeeps, aviones, munición, raciones, botas y uniformes procedentes de EEUU hacia sus aliados de la URSS. ¿Qué pensarían los soldados soviéticos cuando viesen en gran parte del material que utilizaban la famosa etiqueta del «Made in USA»?. Seguro que ni a los comisarios del PCUS ni a Stalin les hizo mucha gracia, pero les vino de perlas. Sin embargo, vuelvo a insistir que el esfuerzo de guerra soviético fue descomunal, tanto que hicieron retroceder a los alemanes hasta Berlín, antes de que llegasen los angloamericanos por el oeste. Pero ésa es otra historia.

La enorme producción industrial norteamericana y la subsiguiente recuperación económica del país incidieron en el campo de la ciencia y la tecnología. Quizás la contribución más importante fue soportar el coste astronómico que supuso el desarrollo de la bomba atómica (Proyecto Manhattan). Cuando los bombardeos y los sabotajes acabaron con el programa nuclear alemán, los americanos supieron que disponer de un arma tan terrible en sus manos era sólo cuestión de tiempo. No obstante, para cuando la bomba atómica estuvo lista para utilizarse, sin haber sido probada suficientemente, la guerra en Europa había acabado. Así que le tocó la china a Japón, que fue el país que la sufrió en sus propias carnes. Y de qué manera..

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