La invasión de Bélgica

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Leopoldo III, rey de los belgas

En la madrugada del primer día de la Operación Sichelschnitt, los alemanes desembarcaron tropas aerotransportadas en el interior de la fortaleza de Eben-Emael en el norte de Lieja, considerada hasta entonces inexpugnable en un ataque terrestre. El 18 de mayo de 1940, en Bruselas, Amberes y Lieja ondeaba ya la bandera nazi. Los Aliados habían pensado que el grueso de la ofensiva alemana se efectuaría contra el norte de Bélgica, y hacia allí desplazaron sus unidades, pero a costa de dejar desguarnecido el flanco derecho, la región de Las Ardenas. Habían caído en la trampa que los alemanes les habían tendido.

El Grupo de Ejércitos A alemán cruzó las Ardenas desde el sur de Bélgica y Luxemburgo, y el 14 de mayo cruzaba el río Mosa. La retaguardia del norte de Francia estaba desprotegida. Al oeste del Mosa, los blindados alemanes siguieron el plan preestablecido, y avanzaron hacia el Canal de la Mancha. La escasa oposición con la que se encontraron en su irresistible avance carecía de armamento y conocimientos para enfrentarse a los carros de combate. Por esta razón, el ataque alemán fue tan rápido y sorpresivo, y empujó a la infantería aliada hacia el mar. El 20 de mayo, la 2ª División Panzer llegó hasta la desembocadura del río Somme, en el Canal de la Mancha. La Operaciòn Sichelschnitt había culminado con éxito. Al norte de esta línea, las tropas aliadas quedaron bloqueadas en Flandes, dentro de una gigantesca bolsa que iba desde el río Escalda hasta el Somme.

El 28 de mayo, el Ejército belga capituló por orden del rey Leopoldo III, quien se entregó a los alemanes como prisionero de guerra, en contra de la voluntad de su gobierno. El 31 de mayo, el Parlamento belga, exiliado en Limoges, lo depuso.

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