Stalin, el dictador soviético, había solicitado encarecidamente a Churchill, el Premier británico, la apertura de un segundo frentre en Europa occidental, una vez los alemanes invadieron la URSS. La apertura de un frente occidental obligaría a los alemanes a combatir en dos frente a la vez, retirando un buen contingente de las fuerzas del Tercer Reich que luchaba en el este y aliviando la presión alemana. Churchiil tuvo que dar largas al asunto, pues Gran Bretaña no estaba preparada para ello en solitario. Era necesaria la entrada de EEUU y su formidable maquinaria bélica para acometer tan formidable empresa, algo que sucedió en diciembre de 1941, tras el ataque japonés de Pearl Harbor.

Aún así, todavía el segundo frente pedido por Stalin tardaría años en poder abordarse, por motivos políticos unos, y estrictamente militares, otros, como estudiar a conciencia el lugar exacto de la operación anfibia. Entre tanto, los soviéticos, tras detener la ofensiva alemana definitivamente en Stalingrado en enero de 1943, pasaron casi sin solución de continuidad a un contraataque devastador que obligó a retroceder a los alemanes continuamente. Los soviéticos recuperaban terreno con gran rapidez. Sus aliados occidentales se dieron cuenta de que si no actuaban, pronto llegarían los soviéticos solos al corazón de Alemania. Así que actuaron por fin, pues no podían permitir la influencia soviética, del comunismo, en suma, en toda Europa. Un motivo político, obviamente que no beneficiaba en nada a los occidentales en el posterior reparto del mundo tras la derrota nazi, que tardaría más o menos tiempo en producirse, pero que ya era inevitable. Se pusieron manos a la obra y prepararon concienzudamente desde comienzos de 1944 toda la colosal maquinaria que pondría en funcionamiento la operación Overlord. El desembarco de Normandía estaba en marcha. Había que derrotar a la Alemania nazi, sí, pero también frenar las ansias expansionistas de Stalin.
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