
La operativa en lugares tan siniestros como Auschwitz para conseguir un más eficaz exterminio de seres humanos fue dirigida y mejorada por la I.G. Farben, entre otras grandes empresas alemanas, como Krupp Werke o Siemens-Schuckert Werke. Estas compañías también establecieron plantas cerca de los campos de muerte de Lublin. Los oficiales de las SS y los hombres de negocios de las empresas eran excelentes. Pero las condiciones de trabajo eran extremas, pues estaban ideadas para matar como consecuencia del durísimo trabajo realizado por los condenados. Murieron al menos 25000 judíos de los 35000 que trabajaron en una de las plantas de I.G. Farben.
Esta compañía fue la empresa química más importante del mundo durante el régimen nazi. El nombre de Interessen-Gemeinschaft Farbenindustrie AG estaba detrás de una red de más de 500 compañias distribuidas en 90 países. Mientras la compañía dirigió el exterminio en masa durante el Tercer Reich, se preparaba para sobrevivir en un mundo sin Hitler. De hecho, en la actualidad, las principales empresas sucesoras de IG Farben son AGFA, Bayer, BASF, Hoechst (parte de Sanofi-Aventis) y Pelikan.
Un tribunal militar norteamericano de Nuremberg condenó en 1948 a diferentes penas de prisión a trece altos ejecutivos de la IG. Farben, condenados por dedicarse al crimen y al saqueo. No obstante, doce años después, muchos de ellos volvían al tajo y se hallaban de nuevo en altos puestos ejecutivos en la compañía, sus sucursales o en la competencia. Pongamos varios ejemplos. Fritz ter Meer fue el responsable directo de la fabricación de gas venenoso. Además experimentó con internos en Auschwitz. Meer regresó pasados unos años a su puesto de presidente de la Bayer Leverkusen, filial de la I.G. Farben, y que había formado parte del conglomerado de compañías de la firma. Otto Ambros, había sido director de la factoría de la I.G. Farben que trabajaba en Auschwitz con mano de obra esclava; además fue presidente del comité de la guerra química con Hitler. Cuando Ambros salió de prisión, le esperaba un suculento cargo directivo en dos compañías asociadas a la I.G. Farben, Scholven Chemie AG y Feldmuehle Papier AG. Heinrich Bütefisch fue jefe de producción en una fábrica del grupo que empleaba mano de obra esclava y además coronel de las SS. Fue condenado a seis años de prisión por un tribunal militar estadounidense, pero quedó en libertad en cuanto la República Federal Alemana (RFA) pudo ocuparse de sus asuntos sin control ajeno. Bütefisch fue presidente del cuadro de directores de la Ruhrchemie AG, otorgándole el presidente alemán federal, Lübke, la Gran Cruz Federal en 1964. Estas prebendas concedidas por el gobierno de la Alemania Occidental fueron concedidas a estos miembros del gran monopolio químico de la etapa nazi, para compensar quizás los años que pasaron en prisión. El pasado nazi era muy complicado de erradicar, en todos los niveles de la vida social, política y económica alemana de la RFA en las décadas posteriores al final de la guerra..
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