La invasión de las islas Filipinas por los norteamericanos dio comienzo en la madrugada del 20 de octubre de 1944. La Armada de EEUU bombardeó durante horas para ablandar las defensas japonesas, hasta que a las 10:00 desembarcaron las primeras unidades del Sexto Ejército americano, que tomaron las playas de Leyte al asalto. Horas después habían conseguido desembarcar 60000 hombres y 100000 toneladas de material. Los japoneses se replegaron hacia el interior y esperaron ayuda procedente de otras islas del archipiélago filipino.
La cabeza de puente establecida por los norteamericanos en Leyte fue atacada enseguida por los bombarderos japoneses, cuyos objetivos fueron las fuerzas de tierra y los barcos. Los “kamikazes” hicieron aparición por primera vez lanzando sus aviones cargados de explosivos contra los buques de la escuadra estadounidense, ocasionando graves daños, aunque las pérdidas japonesas superaron con mucho las norteamericanas, pues perdieron gran número de pilotos y aviones que a esas alturas de la guerra resultaban prácticamente imposibles de reemplazar.
La batalla de Leyte está calificada como la mayor batalla naval de la historia, pues los japoneses contraatacaron contra la Armada americana con todo lo que les quedaba. Aun así fueron derrotados: la flota japonesa prácticamente había dejado de existir.
A partir de este instante, los americanos recuperaron las islas Filipinas. Y no sólo eso: además sus fuerzas aéreas lograron dominar por completo los cielos del Pacífico, lo que les permitió bombardear centros industriales en el propio territorio japonés.
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