Herman Goering creó un perfecto sistema de espionaje telefónico, su Instituto.
Fue una auténtica industria creada con la meticulosidad y perfección alemana.
La organización espiaba el teléfono de todas las personas importantes, de todos aquellos cuyas llamadas pasaban por Alemania.
Vigilaban extranjeros, políticos, oficiales y hasta al propio Fürher.
Todos los días se hacía un extracto general de estas llamadas y si había algo importante pasaba por Goering y una vez filtrado llegaba al propio Hitler.
Esto supuso un gran poder, en todos los ámbitos internos, pero sobre todo en la lucha contra Roehm.
El Mariscal, comprendiendo el valor de este instrumento, se negó a cederlo a Himmler cuando le entregó la Gestapo. El Instituto siguió bajo su control hasta el hundimiento del tercer Reich.
El espionaje se hizo tan universal que nadie pudo sentirse seguro.
La Gestapo no tardo en instalar, por su cuenta, otros sistemas de escucha ultra secretos para oír ir al mismo Goering y todos tan contentos.
Aquello era una locura de escuchas, de esta manera muchas de las conversaciones telefónicas eran auténticos “diálogos de besugos” en los que nadie se entendía.
Como ya sabemos esta práctica ha sido seguida hasta por las “democracias modernas” y parece que no va a tener fin. El sueño del “Big Brother” no se ha acabado todavía.
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