
El 13 de abril de 1943, los norteamericanos interceptaron desde su base de la isla de Guadalcanal un mensaje japonés, cuyo código de cifrado JN-25 ya conocían, algo que había pasado desapercibido para los nipones, que no podían explicarse como el enemigo solía anticiparse a sus acciones. El mensaje de marras decía nada menos que el almirante Yamamoto, comandante en jefe de la Armada Imperial japonesa iba a inspeccionar la guarnición de Bouganville, en las cercanas islas Salomón. Los americanos no se podían creer que iban a tener a tiro de piedra durante unas horas a uno de los más prestigiosos estrategas enemigos. La ocasión la pintaban calva, como dice el refrán,para eliminar al cerebro del «ignominioso» ataque a Pearl Harbor, detonante de la guerra del Pacífico. Desde la base de Guadalcanal despegó una escuadrilla de 16 cazas Lockheed P-38 Lightning, que tuvieron que volar casi tocando la superficie del mar para no ser descubiertos por los nipones. Cerca de Bouganville, la escuadrilla se elevó a los cielos para buscar un objetivo difícil de descubrir. Hasta que por fin lo hallaron: dos Mitsubishi G4M Betty escoltados por 6 Zeros. Se entabló el combate y los Zero no pudieron evitar que el avión donde viajaba Yamamoto fuese derribado sobre la jungla de Bouganville. Horas después, una patrulla japonesa encontró los restos del aparato, y del almirante, con dos orificios de bala, uno en la espalda y otro en la mandíbula, pero eso sí, empuñando su katana ceremonial. Evidentemente estaba muerto. El guirigai originado en las transmisiones japoneses dio a entender a los norteamericanos que el objetivo había sido cumplido. El almirante Yamamoto había sido eliminado.
Como curiosidad, decir que Yamamoto estudió en la universidad norteamericana de élite de Harvard y que fue agregado naval en la embajada japonesa en Washington.
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