Falsificación de dinero aliado por los nazis

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Billetes falsos de la Operación Bernhard

Los nazis montaron todo un sistema de falsificación de billetes de banco aliados. Fueron realizados por prisioneros condenados a muerte cuya ejecución quedó en suspenso mientras durase «el trabajito», que se extendió hasta el final de la guerra. Durante mucho tiempo se pensó que el propósito inconfesable de la falsificación de grandes cantidades de dinero británico era «cargarse» la economía inglesa. La duda sobre la validez del dinero británico entre los aliados y los países neutrales desencadenaría una catástrofe, a juicio de las autoridades nacionalsocialistas. Posteriormente se conoció que el dinero falsificado fue canjeado por dinero válido, algo de lo que se encargaron los agentes de Martin Bormann, a través de bancos ubicados en países como España, Suiza o Suecia.

Los billetes falsos de libras esterlinas fueron utilizados por los nazis para financiar parte de sus operaciones de espionaje, uno de cuyos casos más célebres fue el del espía de la embajada británica de Ankara (Turquía), el famoso «Cicerón», que ganó dinero a espuertas vendiendo documentos «top secret» británicos a los alemanes. Mucho dinero, sí, pero más falso que Judas Iscariote…

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Bernhard Krüeger

Bernhard Krüger, director de un departamento de la Oficina de Seguridad Central de las SS fue quien comenzó la organización de la fabricación de las falsas libras esterlinas. De hecho esta exitosa operación de falsificación se denominó Operación Bernhard. Para ello se reunió a un grupo de técnicos cualificados de gran relieve profesional en un campo del que era imposible escapar, en Sachsenhausen, en las cercanías de Berlín. Allí trabajaron con un cuidado exquisito para lograr el propósito inicial. El papel utilizado para fabricar los billetes falsos procedían de lino puro. Tenían que resistir la minuciosa inspección de un experto. Los trabajos de impresión y grabado se hicieron en unas instalaciones aisladas de las que ninguno de los técnicos pudiese escapar.

Según Walter Schellenberg, jefe de información y contraespionaje alemán, condenado a varios años de prisión en los Procesos de Nuremberg (de los que cumplió finalmente muy pocos), y uno de los implicados en las tareas de falsificación, «Fueron precisos dos años para imitar el papel necesario para los billetes de banco ingleses. Disponíamos de dos grandes fábricas de papel dedicadas exclusivamente a ello. La grabación se complicó por el hecho de que había que descubrir en cada billete 160 marcas de identificación, siendo copiadas luego por los grabadores más diestros». Schellenberg recibió instrucciones concisas, quizás del mismo Martin Bormann para comprar moneda válida con parte de los billetes falsificados. El contable jefe de la operación de falsificación fue un prisionero checo, Oskar Skala, quien tras la guerra aseguró que su equipo producía unos 400.000 billetes al mes.

Fuera como fuere, como consecuencia de la falsificación, el Banco de Inglaterra se vio obligado a retirar de la circulación sus billetes en la mayor parte de las denominaciones, sustituyéndolos por nuevos diseños de 5 libras, que tenían como característica especial un fino nervio metálico que dificultaba al máximo nuevas falsificaciones. Fue una medida a la desesperada que tomó el Gobierno para tratar de terminar con el dinero falso que ya se encontraba en circulación.

Pero el destino real del dinero falso nazi no ha sido jamás revelado en documentos públicos. Se piensa que unos 300 millones de dólares falsos fueron convertidos en moneda de circulación corriente para financiar grupos nazis de postguerra en Oriente Medio y Sudamérica.

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