El Enigma de Alan Turing

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Alan Turing, el hombre que enseñó a pensar a las máquinas

El título de este post, tiene truco. Enigma era una máquina que utilizaban los alemanes para cifrar sus mensajes y evitar que los aliados conociesen el contenido. Alan Turing era un excéntrico matemático profesor de Cambridge, que con el tiempo descubrió cómo cifraban los alemanes sus mensajes, metiéndoles en un buen berenjenal, pues desde entonces sus planes tenian más posibilidades de ser descubiertos por los aliados.

Los británicos, envidiosos de Enigma, fabricaron su propia cifradora, Ultra. Instalaron su propio servicio de descifrado en Blechtney Park, un caserón campestre cercano a Londres, y contrataron para trabajar en él a un grupo de matemáticos y lingüistas de las universidades de Oxford y Cambridge, pero también a expertos ajedrecistas e incluso especialistas en crucigramas. Este servicio se denominó Government Code & Cypher School (GC&CS). Al frente de este cambalache, que se reveló tan importante para el desarrollo de la guerra, estaba Alan Turing, responsable de lograr comprender los mensajes del enemigo. Churchill, consciente de la importancia de este grupo de “cerebritos” y su misión, ordenó que no se escatimase en recursos.

Con el transcurso del conflicto, el GC&CS crece en importancia, y va incorporando paulatinamente más empleados, hasta unos 700 al final de la guerra. Dentro de este grupo de frikis había varios españoles expertos en encriptación, exiliados tras la derrota de la República en la guerra civil de 1936-1939, ésa que dio el pistoletazo de salida al gran conflicto ideológico mundial.

Cada día los alemanes cambiaban la cifra de sus máquinas Enigma. En ese momento, el equipo de Turing se ponía manos a la obra y a contrarreloj para lograr dar con la clave de cifrado y en consecuencia, de descifrado de los mensajes capturados por el habilidoso y eficaz servicio de radioescucha británico. Cuanto antes se conociesen esos datos, antes se podría prever un ataque alemán en tal o cual sitio o el itinerario de sus convoyes de avituallamiento, por poner sólo un ejemplo de la importancia de Turing y sus hombres. Hay que reconocer que Turing y sus muchachos tuvieron un golpe de suerte cuando los marinos británicos del HMS Bulldog, un buque de Su Majestad, lograron capturar el submarino alemán U110, en el que ¡oh, sorpresa!. descubrieron nada más y nada menos que una máquina Enigma (cuyo aspecto semeja al de una máquina de escribir de las antiguas) y el libro de claves. A los alemanes del submarino no les había dado tiempo a deshacerse de ellos antes de que cayesen en manos del enemigo. Se procuró por todos los medios que Berlín no supiese del desastre que eso conllevaba para sus intereses.

Los polacos habían construido algo que denominaban “bomba”, pero no de las que estallan, sino que era una máquina desencriptadora, llamada así por el tictac que emitía cuando funcionaba, similar a una bomba de relojería. Los ingleses se basaron en esta máquina para construir su propia bomba, a la que llamaron Victory, y que empezó su vida efectiva en marzo de 1940, con el problema de que tardaba una semana en descifrar las claves de Enigma. Pero lograron diseñar un nuevo prototipo mejorado que lograba descifrar las claves alemanas en menos de una hora, un tiempo bastante más eficaz para los propósitos que albergaba. Esta nueva máquina de desencriptar la denominaron Agnus Dei. Estos cachivaches se pueden considerar los antecesores de los modernos computadores, y tenían un tamaño considerable.

Churchill estaba tan satisfecho de los resultados del equipo ubicado en Bletchney Park, que los felicitó personalmente. El  británico los llamaba cariñosamente, “mis gansos que ponen huevos de oro y no cacarean”. Mucho tuvieron que ver en el desenlace final de la guerra, pues los militares utilizaban las informaciones transmitidas por los miembros del GC&CS, una información que esperaban como agua de mayo, aunque seguramente al principio no confiasen demasiado en ella. No obstante, Alan Turing es considerado uno de los padres de la computación, si no el principal progenitor de esta nueva tecnología, sin la cual en la actualidad estaríamos más perdidos que Carracuca, en todos los aspectos de nuestra vida de personas del siglo XXI.

Alan Turing acabó de mala manera su brillante carrera. Fue procesado por homosexualidad en 1952 y condenado a castración quimica con estrógenos. Falleció en 1954, posiblemente por envenenamiento por cianuro. Para unos autores fue suicidio y para otros, asesinato. Ahí lo dejo…

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