
Glenn Miller era un mito de la música en EEUU. Era un virtuoso del trombón y pronto organizó su propia orquesta, de la que fue director. El sonido de su música es inconfundible. Valgan como botón de muestra las celebérrimas canciones In the Mood o Chattanooga Choo Choo, que todos hemos escuchado en más de una ocasión, símbolos de la Norteamérica más joven y desenfadada.
En octubre de 1942, Miller se alistó en el Ejército norteamericano como músico, con el rango de capitán, aunque fue ascendido pronto al empleo de mayor. En los días del desembarco de Normandía, Miller propuso a las autoridades militares realizar una gira por Gran Bretaña para actuar delante de las tropas norteamericanas destacadas en la isla y de las británicas, a fin de mantener elevada la moral de los soldados. En los siguientes meses, y desde junio de 1944, la orquesta de Miller celebró más de 70 conciertos. Pero el 15 de diciembre, Miller desapareció del mapa para siempre, eso sí, dejando intacto su legado musical. Tenía 40 años.
Miller deseaba actuar en suelo francés para solaz alegría de los soldados aliados que avanzaban trabajosamente hacia Alemania, liberando los territorios franceses, holandeses y belgas hasta ese momento ocupados por los nazis. Y quería actuar tanto en bases militares como en los hospitales franceses que acogían a los heridos del avance aliado. Por ello decidió viajar personalmente a París, a fin de preparar una emisión especial por radio para el día de Navidad. Aunque esta tarea la ejercía habitualmente su manager, en esta ocasión decidió ocuparse él mismo. El 15 de diciembre de 1944 las condiciones meteorológicas en el Canal de la Mancha eran pésimas, pero Miller no quiso posponer su viaje. Así que partió desde la ciudad inglesa de Bedfordshire en un pequeño avión monomotor Noorduyn Norseman D-64, de diseño canadiense, junto al piloto y otro oficial norteamericano. Aquí se pierde la pista del genial artista y de sus compañeros.
Como siempre que se trata un misterio de esta naturaleza hay varias versiones para explicar los hechos, a cual más increíble. Una de estas hipótesis fue lanzada por el empresario inglés John Edwards, que había sido piloto de la RAF durante la guerra, y rendido admirador de la música de Miller. Pues bien, según Edwards, Miller fue asesinado en París días después de la supuesta desaparición del Norseman, en algún prostíbulo del barrio de Pigalle. Pero, en buena lógica, las autoridades militares no podían descubrir al mundo que un mito nacional como Miller hubiese fallecido rodeado de circunstancias tan sórdidas, y lanzaron la versión oficial del accidente aéreo, mucho más asumible por el gran público. Pero hay más versiones. Unos dicen que fue apuñalado o tiroteado en confusas circunstancias relacionadas con ajustes de cuentas por causas pendientes en el mercado negro. Incluso que fue torturado por la Gestapo hasta morir. Otros dicen que en realidad el músico era en realidad un contrabandista, incluso un agente nazi que huía rumbo a Alemania, descubiertas sus inconfesables actividades por los Aliados.
Conocemos también la versión que proporcionó el propio hermano de Glenn Miller, Herb, quien aseguró, ya en 1983, que si bien el avión despegó, pronto regresó a la base, pues el músico se encontraría muy enfermo, y moriría al día siguiente como resultado de una enfermedad pulmonar, desarrollada a consecuencia de su desmedida afición por el tabaco. Herb Miller mantuvo silencio durante tanto tiempo por respeto a su hermano, que según le manifestó en alguna ocasión, siempre había deseado morir de forma heroica y no en una cama de hospital.
En 1984, otro antiguo piloto de la Royal Air Force, Fred Shaw, planteó otra línea de investigación con su testimonio, sin duda más plausible que todas las anteriores. Shaw afirmó que aquel fatídico 15 de diciembre de 1944, el día de la desaparición de Miller y sus compañeros, regresaba de una misión de bombardeo sobre tierras alemanas. Shaw tenía el cargo de navegante en un bombardero Lancaster, y el avión regresaba sin haber cumplido la misión encomendada. En esos casos, los aviones aliados tenían orden de deshacerse de las bombas no utilizadas, y lo hacían arrojándolas sobre una zona plenamente delimitada sobre el mar. Eso es lo que hizo el Lancaster de Shaw: soltar su mortal carga sobre una zona del Canal de la Mancha. Shaw miró hacia abajo para ver como explotaban las bombas, cuando vio un pequeño avión dabajo del bombardero, y que volaba a menor altura. La tripulación no fue capaz de discernir si la explosión alcanzó al monomotor o si este continuó viaje. Los tripulantes informaron del incidente, pero parece que no quedó constancia oficial en ningún documento, clasificado o sin clasificar. Los protagonistas olvidaron el hecho, hasta que bastantes años más tarde, Shaw vio una película en la que se narraba la misteriosa desaparición de Miller y el veterano aviador recordó lo sucedido sobre el Canal de la Mancha décadas atrás. El Ministerio de Defensa británico llevó entonces a cabo una investigación, pues hasta entonces no había querido tomar cartas en el asunto, al ser Miller ciudadano norteamericano, aunque también era cierto que el avión del músico despegó desde suelo británico. La investigación confirmó el relato de Shaw: una bomba descargada por algún bombardero que regresaba de Alemania pudo acabar con la vida de Miller y sus acompañantes, en una fecha en la que el mal tiempo impedía buena visibilidad para los aparatos que cruzaban el Canal. Pero en el momento en el que sucedió el hecho, contar que el mítico artista había caído derribado por fuego amigo, no era políticamente correcto, y no habría hecho más que minar la moral de las tropas. El accidente aéreo, sin más, era mucho más vendible. Por ello, en realidad seguimos sin conocer qué le ocurrió realmente a Glenn Miller. Al menos nos queda su música.

En 1953, se rodó la película biográfica «The Glenn Miller Story», dirigida por Anthony Mann y protagonizada por James Stewart. En España e Hispanoamérica, el film se comercializó con el título de «Música y lágrimas».
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