Caos en Italia

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Caos en Italia. El mariscal Pietro Badoglio
El mariscal Pietro Badoglio

Los aliados siempre pensaron que Italia era la parte débil del Eje. Y tenían razón, por lo que Churchill siempre insistió en que el desembarco aliado previsto para julio de 1943 debía ser allí, en concreto, en la isla de Sicilia. Cuando se produjo el desembarco, los italianos no tardaron ni quince días en librarse del líder fascista Mussolini, y de un régimen dictatorial que ya duraba demasiado tiempo. Aunque lo peor estaba por llegar. El caos en Italia se desató en realidad a partir de la reunión del 24 de julio de 1943, en la que el Consejo General Fascista apartó al Duce del poder, un acuerdo que se tomó en connivencia con el propio rey Víctor Manuel. Mussolini fue arrestado tras una audiencia con el monarca y confinado en las montañas del Gran Sasso. Fue sustituido como jefe del gobierno italiano por el mariscal Pietro Badoglio.

Parece que los nuevos dirigentes querían tener relaciones amistosas con los aliados. Al fin y al cabo, no era la primera vez que Italia cambiaba de bando en medio de un conflicto generalizado, pues ya lo hizo durante la Gran Guerra. Pero en esta ocasión no pudo ser. Los aliados occidentales habían incorporado la rendición incondicional a su decálogo durante la conferencia de Casablanca. A su vez, los alemanes no querían dejar escapar la presa. Y en medio, Badoglio y su gobierno, que no apenas contaban ni para unos ni para otros. No, esta vez no habría cambio de bando, una circunstancia que hizo que se desatara el caos en Italia.

Para empezar, a los alemanes no les gustó nada la caída de Mussolini. Al fin y a cabo, el Duce había sido durante mucho tiempo el modelo político en el que se inspiró Hitler, quien llegó a admirar durante mucho tiempo a su homónimo transalpino, que había terminado por convertirse en un aliado incómodo. Los alemanes aumentaron de 7 a 18 las divisiones de la Wehrmacht en Italia y comenzaron a considerar la mitad del país que ocupaban como territorio conquistado. En septiembre de 1943 ocuparon Roma, de la que salió el gobierno Badoglio buscando la protección de los aliados, refugiándose en Brindisi. Badoglio firmó el 3 de septiembre el llamado «armisticio breve» y en Malta el «armisticio largo» el 29 del mismo mes. Con ello las zonas de ocupación del país transalpino se clarificaron; los alemanes en la mitad norte y los aliados occidentales al sur.

El Führer no quiso abandonar a Mussolini a su suerte y ordenó una operación arriesgada para rescatarle. Un cuerpo de elite alemán se trasladó al Gran Sasso y liberó al ex-dictador fascista, instalándole como jefe de gobierno títere en la ozna ocupada por los nazis. Fue la denominada República Social Italiana, con sede en la ciudad de Salò, que dependía completamente del Ejército alemán, por lo que fue bombardeada por los aliados, y donde surgió un poderoso movimiento de resistencia.

El caos en Italia estaba servido. La caída del régimen fascista fue especialmente traumática, originando una espiral de violencia sin contemplaciones, que acabaría llevándose por delante al propio Duce menos de un par de años después de su deposición. Cuando el mariscal Badoglio huyó al sur, a ponerse en manos de los aliados, quedaron un millón de soldados italianos en la parte ocupada por los alemanes. Algunas trataron de resisitir al invasor, como la División Granatieri de Roma o la División Acqui de Cephalonia, que pagaron con la muerte de caso todos sus miembros su osadía. Del resto de las tropas italianas, muchos depusieron las armas, otros se unieron a los partisanos, y otros en fin, se largaron a casa. Unos 650000 soldados italianos fueron enviados al territorio del Reich para realizar trabajos forzados, en calidad de prisioneros. Los que combatían en el frente oriental, fueron considerados como prisioneros de guerra por sus antiguos aliados.

En el invierno de 1943 a 1944 surgió en Italia un movimiento de resistencia, formado por personas de todas las clases sociales, unidas por su amor a la patria. En las montañas operaron grupos de partisanos más politizados que en otra partes. En Liguria, Emilia y el Piamonte surgieron una suerte de «repúblicas partisanas» más o menos independientes, las mayores de las cuales eran las de Langhe, Cunese y Ossola, en el noroeste, Ottrepó y Bobbio, al norte de los Apeninos, en Bolzano y Bellluno, al norte, y en los alrededores de Trieste, en el noreste. Hasta que el general Cardona logró establecer un mando unificado que metiese en vereda a todas estas facciones, ya en junio de 1944.

Los aliados también tuvieron su parte de culpa en el caos en Italia. Su insistencia en la rendición incondicional desencadenó en parte esta serie de funestos acontecimientos. Los alemanes acabaron por desencadenar una segunda oleada de violencia en su zona de ocupación. Veamos el porqué. Desde agosto de 1944 el frente se estabilizó en una línea que iba desde Florencia a Ancona. La Línea Gótica, la línea defensiva alemana al norte de Florencia aguantó bien que mal durante todo el invierno las ofensivas aliadas. Finalmente, el general británico Alexander recibió órdenes de mantener a los alemanes clavados en sus posiciones, aunque sin avanzar las fuerzas aliadas hacia Francia, como muchos deseaban. Churchill quería llegar hasta Viena a través de Liubliana, pero las profundas divergencias surgidas entre los estrategas británicos y norteamericanos impidió una ofensiva que estuviese en condiciones de superar al potente ejército alemán. Debido a estas reticencias aliadas, los alemanes cargaron con fuerza contra los partisanos del norte de Italia. La represión alcanzó niveles dantescos, con destrucción de pueblos enteros y masacre de civiles. El caos en Italia imperaba. Más bien la confusión y el desconcierto, y la violencia, empero, campaban a sus anchas en el norte de la península itálica.

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