Alfred Polgar (1873-1955)

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Alfred Polgar nació en el seno de una familia judía de origen húngaro y eslovaco. Sus padres dirigían una escuela de música en Viena. Alfred comenzó en 1895 su carrera periodística como reportero de tribunales y cronista parlamentario en el Wiener Allgemeine Zeitung. Pronto se hizo cargo de la crítica teatral. Compuso obras humorísticas para el cabaret Fledermaus. Polgar amplió su colaboración a otras publicaciones, como el semanario Schaubühne de Berlín. Agrupó los artículos y demás piezas de prosa escritos hasta el momento en un tomo denominado Bewegung ist alles en 1909. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, fue destinado al archivo militar junto a otros escritores de la talla de Stefan Zweig y Robert Musil. Aún así continuó sus colaboraciones en prensa. Una vez finalizado el conflicto, comenzó a dirigir la sección feuilleton (género dramático de ficción) del recién fundado Neuer Tag. En 1925, trasladado a Berlín comenzó a escribir para Berliner Tageblatt y Weltbühne, pero continuó colaborando con la prensa de Viena, Praga y Budapest. A raíz de la Noche de los Cristales Rotos (9-10 de noviembre de 1938), huyó de Berlín con su mujer Elise Loewy a Praga, después a Viena, Zurich y París, donde se integró en la Asociación de Emigrantes Austriacos. Ante la amenaza de invasión nazi de Francia, se exilió en los Estados Unidos, donde trabajó en Hollywood como guionista en la productora de cine Metro Goldwyn Mayer. Posteriormente en Nueva York tradujo piezas de teatro norteamericanas. Tras la guerra volvió a Europa, concretamente a Zurich donde reinició sus tareas periodísticas. Murió en esta ciudad suiza en 1955.

Polgar ha pasado a la historia de la Literatura como «el maestro de la miniatura», unas miniaturas que reflejan los rasgos propios del lenguaje de los judíos vieneses del período final del Imperio Austrohúngaro.

“Las frases de Alfred Polgar son tan fluidas y agradables que acogemos sus textos como una especie de entretenimiento social inofensivo, y no nos percatamos de cómo nos influyen y educan. Bajo el guante frío de la forma se esconde una voluntad esencial fuerte e intrépida.”

Franz Kafka

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